viernes, 29 de enero de 2016


NO LE DIGAN A MI MADRE QUE ESTUVE EN LA  DIAN.

  
Como se podrán haber dado cuenta me dedico profesionalmente al tema de impuestos, es por esto que parte de mis labores las desarrollo en las Oficinas de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales en Colombia, conocidas como la DIAN, entonces es parte de mi vida diaria.

No así ocurría con mi madre, quien siendo contadora publica, le tenía pavor a ir a la DIAN, sus demoras, los funcionarios de mal genio (y quien no ha tenido un día malo), lo de “aquí no es”, entre otras situaciones, como Usted quien es, que es con el contribuyente, lo que convertía su ida a la DIAN en un “paseo de olla”; ella debido a su edad ya esta retirada de su profesión, pero nunca se retiró de su memoria la mala imagen que tiene de esa entidad estatal.

Como muchas veces, antes de ir a mi trabajo, pase por su apartamento a saludarla y lo primero que me pregunto fue:

-       ¿Y para dónde vas tan elegante?- dado que estaba con saco y corbata.
-       Mamá, voy para la DIAN- le respondí.

Comenzó a darme todos los consejos posibles, que debía hacer, que elementos de supervivencia llevar, comida, libros, celular para llamar en caso de emergencia, cobija por si me tocaba dormir en la puerta, el odio sordo para funcionarios impertinentes, gafas oscuras por si me daba sueño nadie me viera durmiendo y no me podía faltar el Estatuto Tributario, aunque para algunos funcionarios no fuera más que un libro sin interés. Comencé a llenarme de miedo, pensé en cómo enfrentarme a esa selva enigmática y mejor decidí irme para mi apartamento y meterme entre las cobijas, acurrucado estaba más seguro que en la DIAN.

Desde ese día le digo a mi señora y a todos los conocidos, no le digan a mi madre que voy para la DIAN.








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