NO LE DIGAN A MI MADRE QUE ESTUVE EN LA DIAN.
Como se podrán
haber dado cuenta me dedico profesionalmente al tema de impuestos, es por esto
que parte de mis labores las desarrollo en las Oficinas de la Dirección de
Impuestos y Aduanas Nacionales en Colombia, conocidas como la DIAN, entonces es
parte de mi vida diaria.
No así ocurría
con mi madre, quien siendo contadora publica, le tenía pavor a ir a la DIAN,
sus demoras, los funcionarios de mal genio (y quien no ha tenido un día malo),
lo de “aquí no es”, entre otras situaciones, como Usted quien es, que es con el
contribuyente, lo que convertía su ida a la DIAN en un “paseo de olla”; ella
debido a su edad ya esta retirada de su profesión, pero nunca se retiró de su
memoria la mala imagen que tiene de esa entidad estatal.
Como muchas
veces, antes de ir a mi trabajo, pase por su apartamento a saludarla y lo
primero que me pregunto fue:
-
¿Y
para dónde vas tan elegante?- dado que estaba con saco y corbata.
-
Mamá,
voy para la DIAN- le respondí.
Comenzó a darme
todos los consejos posibles, que debía hacer, que elementos de supervivencia
llevar, comida, libros, celular para llamar en caso de emergencia, cobija por
si me tocaba dormir en la puerta, el odio sordo para funcionarios
impertinentes, gafas oscuras por si me daba sueño nadie me viera durmiendo y no
me podía faltar el Estatuto Tributario, aunque para algunos funcionarios no
fuera más que un libro sin interés. Comencé a llenarme de miedo, pensé en cómo
enfrentarme a esa selva enigmática y mejor decidí irme para mi apartamento y
meterme entre las cobijas, acurrucado estaba más seguro que en la DIAN.
Desde ese día le
digo a mi señora y a todos los conocidos, no le digan a mi madre que voy para
la DIAN.
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